Por Sandra Felsenstein
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Son varias las razones que pueden motivar este tipo de decisión.
Muchas veces el hecho de ejercer una actividad profesional, ya sea en forma independiente o en relación de dependencia, puede no ser lo que efectivamente la persona “soñó” hacer en su vida. Puede deberse a mandatos familiares, necesidades económicas o cualquier otro motivo.
Pero paralelamente a su actividad principal puede existir un hobby: aquello con lo que sí siempre soñó realizar. Si se presenta finalmente la oportunidad de poder “darle forma” a ese hobby, eso constituye un fuerte motivo para abandonar su profesión o actividad habitual y convertir su hobby en un emprendimiento.
También existen circunstancias y momentos en la vida, en los que uno puede replantearse sus actividades/prioridades. Por ejemplo, en situaciones en las que uno no vislumbra un objetivo motivador en el trabajo actual, cuando se pierde interés por lo que se está haciendo, en el caso de una mujer con hijos que decide que no quiere tener que cumplir horarios tan rígidos fuera de su hogar, etc.
Todas estas son razones válidas para decidir que el hobby tome otra dimensión: la de un emprendimiento.
Obviamente hay que considerar varios puntos previamente a “dar el gran salto”.
Por ejemplo, se debe hacer un profundo estudio de mercado; evaluar el mercado potencial resulta esencial. Es decir, conocer en profundidad los gustos, el comportamiento, las preferencias de quienes consideramos que podrían ser nuestros clientes.
También es importante analizar a la competencia: ver qué están haciendo nuestros potenciales competidores, qué ofrecen, cómo lo hacen, a qué precio, dónde se ubican, etc.
En base a estos análisis se debe buscar una clara diferenciación de lo que se quiere ofrecer, ya sea en el diseño del producto o servicio, a veces en la forma de distribución, servicio de posventa, etc.
La evaluación de la viabilidad del proyecto a través del armado de un Plan de Negocio también resulta fundamental. Consiste en plasmar el estudio de mercado, la descripción completa del producto que se va a ofrecer, el modelo de negocio, el equipo de trabajo que lo ejecutará y los cálculos económico-financieros que finalmente se reflejarán en números concretos. En otras palabras, si nuestro proyecto es viable o no.
Otro punto a tener en cuenta es si se va a emprender solo o si se va a buscar un socio. Existen varios tipos de sociedades, pero en líneas generales, éstas son muy positivas cuando los perfiles se complementan, las personas trabajan bien en forma conjunta, y cuando ambos tienen las mismas “ambiciones”. Caso contrario, es mejor emprender solo. Si la decisión de asociarse está solamente fundamentada por una necesidad económica, conviene quizás pensar en un inversor.
Indefectiblemente surgen dudas a la hora de encarar un emprendimiento propio.
Las más habituales son: ¿Será buena mi idea? ¿Por dónde empiezo? ¿Estaré listo/a para dar el salto?
Luego existen dudas características de acuerdo al perfil del emprendedor, que pueden estar relacionadas con asuntos administrativos, contables, legales, o temas que incluyen las áreas productivas. Otras dudas muy habituales son las vinculadas con la gestión comercial: estructura, búsqueda de proveedores, cartera de clientes, distribución, plan de marketing.
Así como surgen dudas recurrentes, también se producen errores que se repiten con frecuencia.
La falta de una correcta planificación puede conducir a un proceso desordenado y poco eficiente.
Es común que se produzcan desvíos en los planes iniciales, pero si no se planifica, uno pierde “el norte”.
Tener una visión sesgada del emprendimiento es otro error que suele producirse. Es importante que el emprendedor esté motivado con su proyecto, pero muchas veces se “enamora” de la idea sin poder analizar su viabilidad objetivamente.
Un análisis erróneo del mercado como también una inadecuada evaluación de la competencia, pueden llevar a estimaciones desacertadas y resultar en ventas muy inferiores a las estimadas.
Asimismo resulta un error considerable el hecho de desestimar la importancia de la Gestión Comercial, creer que el producto o servicio se “vende solo”. Muchos emprendedores creen que con tener una página web es suficiente. Y no es así, todo lo contrario. Hay que dedicarle mucho tiempo a generar el contacto con los clientes existentes y con los nuevos que queremos captar. Existen muchas alternativas y herramientas desde Facebook, mailing, llamados telefónicos, saludo para el cumpleaños, llamado de posventa para conocer la satisfacción del cliente, envío de material interesante relacionado al rubro, etc. Lo importante es que todo esté englobado dentro de una estrategia de comunicación coherente, planificada y consistente.
Finalmente, un error que se ve en muchos casos consiste en que el emprendedor intenta cumplir todas las funciones dentro de la organización y no sabe delegar. A muchos les cuenta confiar algunas tareas a terceros, pero la realidad es que para crecer, esto es esencial! No quiere decir desligarse de las situaciones, pero con una supervisión adecuada, es importante contar con un equipo que resuelva algunas cuestiones.
El emprendimiento propio requiere de energía constante. Siempre se debe estar dispuesto a innovar, trabajar sobre las ventas, la estrategia comercial, la comunicación, etc. Es la única manera de detectar si algo está fallando, qué es y cómo solucionarlo.
De ninguna manera se debe pensar que quien tiene su emprendimiento trabaja menos horas, sino todo lo contrario. Requiere dedicación, constancia, perseverancia y flexibilidad de criterios, para poder encaminar el emprendimiento con éxito.