A vida é pra quem sabe viver
Procure aprender a arte
Pra quando apanhar não se abater
Ganhar e perder
faz parte. 

La vida es para quien la sabe vivir
Procura aprender el arte
Para que cuando te golpee no te caigas
Ganar y perder
Es parte. 

                                               Diogo Nogueira

Origen del término

Para definir el “Modo Beta” es útil recurrir al proceso de desarrollo del software.

En los noventa, antes de lanzar al mercado un software como producto terminado, se lanzaban las versiones Beta para que un grupo de usuarios testeara el desarrollo. Entonces, se corregían los errores de modo que se pudiera entregar una versión del programa más perfeccionada.

En esa época, los ciclos de los productos eran extensos, por lo que había tiempo de testear y buscar la perfección del software (aunque cualquier usuario sabía que era solo una expresión de deseo).

A partir del avance exponencial de las tecnologías y de la creciente vertiginosidad del ritmo de los negocios, los ciclos de los productos empezaron a acortarse y así, los tiempos de pruebas, a achicarse. Esto provocó la desaparición de la etapa Beta de un software, con lo que se asumió la imperfección como tal. Y a partir de la interacción con los usuarios, se impuso el permanente ciclo de pruebas-correcciones-actualizaciones y nuevas pruebas. De esta forma, finaliza la era del producto terminado, y este se convierte en un producto en permanente evolución.

Un claro ejemplo de tal proceso son las aplicaciones en el celular, que se actualizan a diario.  Kevin Kelly, en The Inevitable, describe a este fenómeno como una de las doce tendencias tecnológicas que inciden sobre el futuro y lo denomina Becoming (aconteciendo).

Aportaron también a esta idea las metodologías ágiles, como el Desing Thinking, con la propuesta de desarrollar un mínimo producto viable, lanzarlo al mercado, iterar con el público y corregir a partir de los ensayos, con las consecuentes ganancias en tiempos de desarrollo.

El Modo Beta trasladado a nuestras vidas

Este modo lo podemos usar como analogía para nuestras vidas y tomarlo como una herramienta de gestión en lo cotidiano. Es sabido que estos tiempos son muy complejos; se habla mucho del entorno VUCA, de la inestabilidad, de la incertidumbre y de la velocidad de los cambios a nuestro alrededor.

Problema grande para las personas de +45, que nos hemos criado en un entorno bastante diferente, con valores distintos y con otras expectativas. Fuimos diseñados para perseguir un sueño y una ilusión que se acabó. En los que el éxito se emparentaba con el poseer, el conocimiento representaba poder y en donde el individuo triunfaba sobre lo colectivo.

Fuimos diseñados para no reconocer el error, de hecho, en nuestros colegios sufríamos diferentes castigos si nos equivocábamos y éramos premiados por la acumulación irrazonada de conocimiento por sobre todas las cosas. Eran tiempos en los que el saber era de nuestros mayores, a quienes teníamos que respetar por la simple autoridad que daban los años.

También nos enseñaron a esconder las emociones y a separar lo laboral de lo personal. Nos señalaban que la vida empezaba a las 18 horas, luego de finalizar una extenuante jornada de trabajo, cargada de muchas órdenes y poco sentido.

Ni hablar de varios hábitos que hemos adquirido con el paso del tiempo, cuestiones de género, estilos comunicacionales, formas egoístas de trabajar en equipo y otras tantas cosas que en la actualidad han quedado perimidas.

La tensión que se genera entre lo nuevo y lo viejo es muy grande, el cambio del entorno asusta bastante y el futuro angustia aún más. Muchos responden a este fenómeno con negación absoluta y otros, con aceptación aparente, sumándose a la ola, pero manteniendo en el fondo los mismos valores de antaño, por lo que se convierten en un obstáculo.

El cambio de escenario es tan drástico y profundo que precisa de una nueva forma de hacer y entender las cosas. De una verdadera revolución en nuestro ego y un descentramiento total de nuestro yo, para abrirnos a un entorno colaborativo con reglas muy diferentes. Y es allí donde entra a jugar el Modo Beta, que implica conectarse con lo nuevo y desconectar, a la vez, hábitos y pensamientos obsoletos.

Desde mi punto de vista y de la idea que estamos transmitiendo en este portal, el Modo Beta es una forma de encarar la vida, tanto en lo personal como en lo laboral. Cuya única constante es la aceptación del cambio continuo, la complejidad del entorno y la irrupción de la tecnología como parte importante en nuestras vidas.

Un modo en donde nuestro YO pasa a un segundo plano, se acepta totalmente la condición de humano y el error forma parte de nuestro hacer. El eje pasa del tener al ser, y el sentido de las cosas comienza a guiarnos para caminar.

Es aceptarnos imperfectos, comprometidos con nuestro propósito, y es entender que muchas de las cosas que hemos aprendido ya cayeron en desuso y debemos recomenzar a aprender. Pero esta vez sin la ilusión perseguida en el pasado. Simplemente, con el entendimiento del aprendizaje continuo, con la revisión permanente de nuestro hacer, y la apertura y flexibilidad suficientes para surfear las olas de cambios que se nos presentan a diario.

Es admitir que el conocimiento no es ya más de los mayores ni de alguien en particular, sino que es producto de la interacción con las múltiples generaciones. Sobre todo, las más jóvenes quienes tienen un acercamiento natural a la tecnología, lo que les da mayor facilidad para utilizarla.

Es aceptar y abrirse a la diversidad y la colaboración como modo de enfrentar lo complejo. Comprender que la tecnología llegó para quedarse y con eso, la transformación de nuestra forma de comunicarnos, trabajar y vivir. Con sus luces y sombras, pero inevitable.

Es conciencia en el presente, con la seguridad que da la aceptación de la incertidumbre. Es planificar, pero de una forma diferente, solo como una posible guía de múltiples caminos que iremos descubriendo en el mismo momento que los vayamos transitando.

Conectar con el Modo Beta es dejar de perseguir el triunfo a cualquier precio y aceptar que lo importante no está en ganar o perder, sino en mantenerse en el juego.

Gabriel Pereyra gepereyra120@gmail.com