Cuando la ciencia ficción nos marca el camino, un recuerdo de una serie de TV que anticipaba la segregación etaria y la expulsión de los mayores en las organizaciones.

Recuerdo una serie de 1977: Fuga en Siglo XXIII. Una historia situada en el año 2274 en donde luego de una hecatombe, los hombres vivían en una ciudad subterránea, gobernada por  computadoras, en la que podían disfrutar de los placeres de la vida. Sin embargo, al cumplir los 30 años debían morir en una ceremonia llamada Carrusel y donde supuestamente, si habían cumplido las reglas de la vida, luego de la ceremonia se volvían a reencarnar.

Cuando a Logan, un custodio del sistema, le toca el turno de ir al Carrusell lo asaltan dudas respecto de la veracidad de la reencarnación y, junto con Jesica, una joven rebelde, se dan a la fuga acompañados por un humanoide, y descubren un mundo totalmente diferente.

La ciencia ficción muchas veces se anticipa a fenómenos que a la larga terminan ocurriendo.  Simplemente con buscar en las novelas de Julio Verne encontraremos varios casos.  Fuga en el SXXIII (Logan´s Run) nos muestra un posible camino. Si te interesa la serie, todavía hay algunos capítulos en YouTube.

Tal vez no lo percibamos, pero estamos bastante cerca de vivir como los habitantes de esa ciudad distópica, gobernada por máquinas y humanoides. Hoy, sin vivir con el Carrusell, sufrimos algo que podría equipararse: La expulsión de gente de más de 40 años de las compañías y del mercado laboral, un fenómeno silencioso y generalizado, una discriminación poco reconocida, pero muy presente, casi aceptada con resignación y como un hecho natural.

 Son múltiples las causas de este fenómeno. Puede ser la poca paciencia que a determinada edad se tiene para algunos temas. Tal vez una cuestión de costos, en donde se prefiere hacer un recambio y sacrificar experiencia con la esperanza de un mayor lucro.

Pueden ser varias cosas, pero la Revolución Digital conlleva un mayor esfuerzo de cambio para los +45 en ciertas competencias y habilidades, lo que agrava aún más la situación de este segmento etario.

Según Sebastián Campanario en Revolución Senior, el 90 % de los anuncios de empleos en la Argentina no incluye personas por encima de 45 años. ¿Y esto por qué?

No lo sé, pero puedo inferir algunas respuestas.

La gente grande no innova.

La gente grande es más cara.

La gente grande tiene algunos hábitos imposibles de modificar,

o la excusa más frecuente en estos tiempos: necesitamos que nuestra empresa sea cool y eso no lograremos si la llenamos de “viejos”.

Muchos mitos hay sobre este tema, aunque el MIT puso las cosas en claro con su reciente investigación, donde afirma que el promedio de edad de los que hacen start ups  en USA es de 45 años.

Hay varios ejemplos en esta dirección. Uno de los más famosos es Ray Crok, que abrió la primera franquicia de McDonalds cuando tenía 52 años.

Si por un lado las empresas expulsan a sus +45, si por el otro se niegan a incorporarlos y si además, los cambios tecnológicos dificultan la reconversión de esta gente,  estamos ante la tormenta perfecta.

Las compañías necesitan replantearse estos temas, y así como se esfuerzan en incorporar diversidad de género y colectivos LGTB deben entender que el privarse del colectivo Perennials (cómo los llama Campanario) es una pérdida de valor y de aporte para las compañías.

Acabemos con los mitos, derribemos las barreras y entendamos que el verdadero valor está en gestionar la diversidad como un todo. La realidad es demasiado compleja como para abordarla de una sola manera.  Cuanto mayor diversidad incluyamos en el abordaje, mejores probabilidades de éxito tendremos.

Sino, empecemos ya a correr como Logan y Jesica.

Gabriel Pereyra gepereyra120@gmail.com